Cuando en el siglo XIX se practicaba en España el pucherazo de forma sistemática, una de las maneras habituales de amañar el resultado era invocar a los muertos. En los censos aparecían nombres de fallecidos, y con esa guasa característica de los tiempos difíciles, les apodaron los "lázaros". Arthur More, valiente luchador por la libertad del pueblo catalán oprimido (curiosa opresión, por cierto), pone en práctica en estos días una variente del lázaro decimonónico. Un video promocional muestra a figuras de la vida catalana partidarias del voto (suponemos que a favor de la independencia) mostrando retratos de catalanes fallecidos, mientras recitan la frase: "El 9 de noviembre, votaré por ti". En fin... Entonces, si Oriol Junqueras vota por él, y por Lluis Companys... ¿contará como uno, o como dos votos? Y... ¿es correcto atribuirse la intención política de un fallecido? ¿Es verdad que Pau Casals habría votado en esta consulta surrealista?
Sabéis de mis dificultades para entender el nacionalismo. Por eso no puedo menos que traer a colación la opinión de un ilustre historiador británico del que nadie puede poner en duda su solvencia intelectual: Eric Hobsbawn.
"El nacionalismo es irracional y emocional, un puzzle teórico e histórico... Los argumentos para la existencia de una nación no tienen fuerza, pero el sentimiento nacionalista existe... El nacionalismo actual busca construir Estados basándose en una concepción irreal de población homogénea: nosotros, el grupo, definidos contra otros, porque no hay otro modo de definir el grupo".
Ahora, que cada uno decida qué discurso le interesa más. El que incide en aquello que nos hace diferentes y nos separa; o en aquello que nos hace iguales, nos aproxima y nos permite disfrutar el enriquecimiento que supone ser diferentes. Pero, una advertencia: ¿no os parece sospechosa la actitud de aquellos que hacen reposar sus sentimientos y emociones en lo que en la Transición se llamó "el hecho diferencial"? ¿quién insiste en la diferencia?
el que se siente superior... Y cuando se hace del nacimiento razón de superioridad, nos estamos asomando a la edad media.
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