Según algunos, fue el día que murió la vieja Murcia... y nació la nueva, por contra. El precio a pagar fue la pérdida de un monumento excepcional, aunque estuviera en unas condiciones lamentables: los baños árabes de la calle Madre de Dios. No fue lo único: el convento de las Justinianas, además de muchos otros edificios, fueron derribados para abrir la actual Gran Vía. Con esa reforma urbanística, empezaba la Murcia moderna. Y un gran proceso de especulación.
Léelo en este estupendo monográfico de la revista Sawar:
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