Decía el tango que veinte años no es nada... Ahora se cumplen cuarenta años, y también da la sensación de que se han esfumado, que sucedió ayer, que no es nada... Pero no es así. Han sido cuarenta años de cambios acelerados, de hacer frente a retos inmensos, de retornar a la democracia y al estado de derecho, de progresar social, económica, culturalmente... Y de correr riesgos. Entre ellos, el de perder mucho de lo conseguido.
El general Francisco Franco Bahamonde, rector del gobierno de España entre 1939 y 1975 (y de parte de España aún más, desde 1937 hasta 1975), dictador, fallecía en Madrid el 20 de noviembre de 1975. Ahora sabemos que llevaba varios días en condiciones de hipotermia inducida, lo que significa que si no hubieran practicado el ensañamiento terapéutico, hubiera muerto antes. Lo mantuvieron vivo artificialmente, vaya. Y ahí acabó la dictadura, aunque no el franquismo. Para eso hubo que esperar aún un poco.
La muerte de Franco se saludó de muy diversa manera: júbilo con champán, indiferencia, fatalidad, alegría moderada, esperanza, llanto incontenible. Pero fue la puerta que permitió a los españoles dar pasos hacia una sociedad mejor. ¿Que hubo fallos en ese proceso? Ni que decir tiene. ¿Fracasos? Más de dos, y de tres. ¿Errores? errare humanum est... ¿o no? El caso es que no creo que haya nadie medianamente sensato que apueste por que Franco se levante de su tumba y vuelva a su trono en El Pardo. En eso podemos conseguir una mayoría significativa de acuerdos.
Una anécdota. En los días de agonía de Franco, cuando ya se sabía todo menos la fecha precisa, hubo quien difundió esta chirigota: si se suman las fechas del inicio y del fin de la Guerra Civil, sabremos cuándo morirá Franco. Inicio: 18 - 7 - 36. Fin: 1 - 4 - 39. Resultado: 19 - 11 - 75. Casi.
Y aquí tenéis el mensaje oficial de Carlos Arias Navarro comunicando el fallecimiento (Lo tuvo que grabar varias veces, hasta conseguir el tono justo de emoción contenida):
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