La lucidez es un don sin precio. Sobre todo en épocas turbulentas, cuando más necesaria se hace. Y cuando más escasa es. Os pongo un breve fragmento de las memorias de un periodista alemán, Sebastian Haffner, reflexionando sobre el impacto que tuvo la I Guerra Mundial en los niños, y en la formación de una conciencia colectiva que condujo a la eclosión del nazismo:
"El alma colectiva y el alma infantil reaccionan de manera muy parecida. Los conceptos con los que se alimenta y se moviliza a las masas nunca serán lo suficientemente infantiles. Para que las verdaderas ideas se conviertan en fuerzas históricas capaces de influir a las masas en general se han de simplificar primero hasta el punto de que las pueda comprender un niño. Y un desvarío infantil, concebido en las mentes de diez generaciones de niños y anclado en ellas durante cuatro años, puede muy bien reflejarse veinte años después en la política a gran escala como ideología mortalmente seria. (...) esa fue la experiencia diaria de diez generaciones de niños alemanes entre 1914 y 1918, y se convirtió en la postura fundamental y positiva del nazismo. De ahí su fuerza de atracción, su simpleza, su incitación a la fantasía y al afán emprendedor, y también de dicha postura deriva la intolerancia y la crueldad frente al adversario político en el ámbito nacional, pues quien no desea participar de ese juego ni siquiera es reconocido como adversario, sino que simplemente es considerado un aguafiestas. Por último, de dicha postura toma el nazismo su actitud abiertamente bélica frente al país vecino, pues a su vez ningún otro estado es reconocido como vecino, sino que, lo quiera o no, ha de ser un adversario. ¡De lo contrario, no habría con quién jugar!"
Sebastian Haffner, 1939.
¿No es suena de nada esta manera de pensar y actuar? ¿No reconocéis ningún escenario político actual, y muy cercano, en esos planteamientos?
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