martes, 28 de febrero de 2012

Entrevista con Gabriel García Rosauro en La Verdad

Publicada este pasado domingo día 26 de febrero:
MOLINA DE SEGURA
Una protesta inaudita bajo Franco
Las luchas entre facciones del franquismo provocaron en 1969 la dimisión de once concejales y una manifestación vecinal por la subida de los impuestos locales

Dentro de pocos meses los contribuyentes de Molina de Segura tendrán que apechugar con la doble subida del Impuesto de Bienes Inmuebles (IBI) derivada del acuerdo municipal de incrementar el recibo en un 3% y la posterior decisión del Gobierno de la Nación de subirlo otro 10% para actualizar el tipo impositivo que se aplica al valor catastral en el municipio. Algunos lo consideran razón suficiente para salir a la calle y protestar, pero el pueblo molinense parece estar lejos de organizarse en manifestación y, hasta la fecha, lo lleva con resignación, quizás porque no será hasta mayo cuando tenga que rascarse el bolsillo.
Sin embargo, hace más de cuarenta años, el 20 de octubre de 1969, tuvo lugar en Molina la conocida «huelga de las contribuciones», un hecho inaudito en los tiempos de dictadura franquista. Con una ley promulgada en julio de 1966, el Estado intentó modernizar las haciendas locales con el fin de aumentar los fondos de los ayuntamientos y fruto de ello se toman una serie de medidas fiscales, como la aparición del impuesto de circulación de vehículos o la cesión del 90% de contribución territorial urbana, según documenta en un trabajo de investigación Gabriel García Rosauro, profesor de Historia del instituto Francisco de Goya.
«La ley fue bien recibida por unos ayuntamientos faltos de dinero, pero mal acogida por unos ciudadanos poco habituados a rascarse el bolsillo con impuestos directos», explica el historiador.
Aquella movilización forma parte de la memoria histórica de los molinenses, pero la investigación de García Rosauro va más allá y aporta datos que sugieren que aquella huelga tenía connotaciones políticas, por el enfrentamiento entre las familias del régimen.
El profesor explica que, frente a las medidas aperturistas de finales de los sesenta, tenía lugar «otra realidad social que nos habla de huelgas, como la de la construcción en Granada, la del metro de Madrid y, sobre todo, el escándalo Matesa», que enfrentó en los medios a falangistas y tecnócratas. En el ámbito local las fuerzas de oposición eran débiles, pero García sí destaca el creciente papel opositor de parte de algunos sectores de la iglesia.
Por aquel entonces, desde diciembre de 1967, el alcalde de Molina era Pedro Gil García, que posteriormente -en 1968- fue nombrado Jefe del Movimiento. El Ayuntamiento de Molina, como otros muchos, recibió un llamamiento de la delegación de Hacienda para que pusiera al cobro los nuevos impuestos de contribución a más de 4.000 vecinos, reportando recibos «disparatados». Prueba de ello es que Molina pasaría de pagar 800.000 pesetas a 15 millones de pesetas, según explica el profesor molinense. A raíz de aquello, cundió la alarma y el alcalde inició gestiones con el Gobernador Civil y con el delegado de Hacienda «para remediar en lo posible aquel dislate», señala el autor de la investigación.
Añade que, poco después, el Consejo Local del Movimiento acordó amparar a los «desconcertados» contribuyentes, ofreciéndoles tramitar sus reclamaciones de forma gratuita. Pero la situación no se resolvía. El 20 de octubre de 1969, primer día de cobranza, se desató una manifestación de casi 6.000 personas que, vigilados y amenazados por policía y guardia civil, proferían gritos contra el alcalde, a la vez que daban vivas a Franco, pidiendo justicia al Caudillo.
Dimisiones en bloque
Tras una nueva reunión de Pedro Gil con el gobernador, el delegado de Hacienda y otros notables del régimen, se promete una nueva solución que calmaría los ánimos en sucesivos días. Después de la huelga tuvo lugar un hecho insólito, según recuerda el historiador molinense: dimitieron once de los doce concejales, «gesto insólito y que dura poco tiempo», matiza. Apostilla que fue «curioso» que aquellas dimisiones tuvieran eco, a través de la agencia de noticias Cifra.
Los hechos tenían lugar en una Molina en proceso de cambio. Ganó casi 6.000 habitantes en un año -llega a los 23.178 en 1970- por la llegada de inmigrantes para trabajar en la conserva, que se conformó como el nuevo motor económico en detrimento de la agricultura.
Además, aquellos sucesos tuvieron otras consecuencias, como el cese del gobernador y las denuncias del Consejo Local del Movimiento al sentirse «ninguneado», en palabras de García.
Además, el alcalde presentó varias veces su dimisión hasta que, en septiembre de 1970, la renuncia fue aceptada. Los pleitos entre Hacienda, Ayuntamiento y contribuyentes no cesaron hasta que -en 1973- se ajustaron las valoraciones. Para García Rosauro el alcalde, «el malo de la película para parte de los manifestantes de aquella insólita manifestación, fue la víctima».
http://www.laverdad.es/murcia/v/20120226/comarcas/protesta-inaudita-bajo-franco-20120226.html

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