Es frecuente encontrar este tipo de polémicas a la hora de hablar de inventos. Quizá el caso más sonado es el del teléfono, que tiene hasta tres padres, aunque finalmente la comunidad internacional se ha inclinado por atribuir la paternidad a Antonio Meucci.
¿Quién inventó el submarino?
Un invento parte de una idea, y lo que solemos encontrar es la genealogía de esa idea. ¿Quién fue el primero en pensar en la navegación submarina? Seguro que un griego. Y luego encadenamos todos los nombres de la historia del desarrollo de la idea, hasta llegar a aceptar un modelo convencional de lo que sea, navegación submarina, por ejemplo. Ya en el siglo XVII hubo quien construyó un artilugio para navegar bajo el mar: en 1624 Cornelius Drebbel construyó un submarino que podía llevar 16 pasajeros, y logró un viaje de tres horas a cinco metros de profundidad. Ojo: uno de los tripulantes fue el propio rey James I. Pero el caso es que no despertó el entusiasmo del almirantazgo. En 1775 ya se empleó en combate un submarino: el Tortuga, de David Bushnell. En 1800 tenemos el diseño de Robert Fulton (quien también puso en práctica la navegación a vapor en superficie), pero no se llevó a la realidad.
A mediados del siglo XIX, entre 1859 6 1864, los trabajos de Narciso Monturiol supondrán un gran avance en la navegación submarina. Diseñó las naves Ictíneo I e Ictíneo II, que, a pesar de todo, tampoco llamaron la atención del gobierno de Isabel II.
Habrá que esperar a Isaac Peral y su diseño de buque submarino para considerar que la idea está madura. Además, Peral incorporó dos avances fundamentales: la propulsión eléctrica y los torpedos. ¡Y a pesar de todo, el gobierno español no impulsó el desarrollo de este proyecto! Detrás del fracaso de Peral hay una turbia historia de mezquindad humana y política, digna de convertirse en una serie de televisión histórico-intrigante.
Recomendamos el enlace que dedica a este asunto Regmurcia.com.
Pero para que vayáis considerando por vosotros mismos este proceso, os dejo dos imágenes: la primera, es el Ictíneo I, de Monturiol (1859); y la segunda es el submarino de Peral (1888; ahora no está en el mismo lugar). Creo que son suficientemente ilustrativas del camino recorrido.
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