En 4º ESO hemos visto la revolución industrial, y uno de sus apartados de más consecuencias en nuestra vida cotidiana: la revolución de las comunicaciones. En este terreno se produjo una de las historias más emocionantes y confusas, la del teléfono.
Empieza con Antonio Meucci, italiano que en 1850 emigró a Estados Unidos. Empezó a desarrollar su invento en unos años en que tuvo que emigrar a Cuba, hasta que en 1872 consiguió registrar una prepatente. Esto significaba que como no tenía recursos para patentar su invento, al que llamó "teletrófono", tenía que renovar cada año la prepatente pagando 10 dólares. Pero en 1874 no tenía ni siquiera esa cantidad.
Mientras, en Alemania, Johann Philip Reiss, de forma independiente, inventó un aparato muy similar al teléfono (1860), pero que por su escasa calidad cayó en el olvido, a pesar de que se reconoció su patente.
Volvemos a Estados Unidos, donde otro emigrante italiano, Innocenzo Manzetti, vio cómo en 1864 se denegaba la concesión de patente a su invento, circunstancia que él atribuyó a que intervinieran familiares de Alexander Graham Bell, quien ya estaba trabajando en el desarrollo de las comunicaciones.
Y llegamos a la fecha clave: el 14 de febrero de 1876, a las nueve y media de la mañana, Elisha Gray se presentó en la oficina de patentes, solicitando el registro del teléfono. A las once y media del mismo día, y para el mismo fin, llegó Alexander Graham Bell, aprovechando que la prepatente de Meucci estaba vencida, por falta de pago. Graham Bell tenía poder e influencia, lo que hizo que su trámite se acelerara, mientras que el de Gray quedó pospuesto. ¡Se habían presentado el mismo día!
Finalmente, el año 2002 la Cámara de Representantes de los Estados Unidos reconoció a Antonio Meucci la paternidad del teléfono, aunque no sin protestas.
La historia completa en:"Meucci, Bell y Gray".
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