Toca hablar de enfermedades a escala global.
La transmisión de enfermedades ha sido un fenómeno constante en la historia de la humanidad, ligada sobre todo a los movimientos migratorios. No podía ser de otra forma. Y en estos últimos 2.020 años ha habido episodios de una gravedad extrema, que vamos a recordar aquí.
La epidemia, el contagio por antonomasia ha sido LA PESTE. En sucesivas oleadas, desde el siglo III en adelante, la peste (provocada por el bacilo Yersinia Pestis, que no fue identificado hasta la segunda mitad del siglo XIX) ha provocado más de 100 millones de muertes. Algunos de los momentos especialmente intensos fueron la gran epidemia de Peste Negra de 1348-1351 (se calcula que pudo acabar con un 25% de la población europea del momento) o la epidemia de 1648-49. El último gran brote de peste en Europa fue la llamada Peste de Marsella, en 1720. Los testimonios de cómo esta enfermedad se presentaba y de qué forma paralizaba la vida de las personas son muy numerosos. Si alguien quiere recurrir a los clásicos, tiene a Bocaccio, que en su Decameron refleja el ambiente del contagio del siglo XIV; o a Daniel Defoe, en su Diario del año de la peste, que retrata el de 1665 en Londres. O, más contemporáneo, La Peste, de Albert Camus.
Otras enfermedades como la fiebre amarilla o el cólera también han provocado sucesivos episodios de contagios masivos con millones de muertos. Y qué decir de la famosa Gripe Española, de 1918-19. Ella sola provocó más muertos que toda la Primera Guerra Mundial.
Pongamos las cosas en proporción. Si ahora mismo se produjera una epidemia que acabara con el 25% de la población de España, significaría que morirían... aproximadamente diez millones de personas. Bueno, pues eso es lo que pasaba en la Edad Media y, en general, hasta el siglo XIX en la mayor parte del mundo.
Algo hemos mejorado... ¿no?
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